
¿Agradando A Quién?
"Y todo lo que hagáis, hacedlo de corazón, como para el Señor y no
para los hombres" (Colossenses 3:23).
Dos pequeños niños estaban pasando la noche en la casa de los
abuelos. En la hora de dormir los dos se arrodillaron al lado de
sus camas para hacer sus oraciones. Lo más nuevo de los dos
empezó a orar bien alto, con todas las fuerzas de sus
pulmones: "Para mi cumpleaños, Señor, oro por una
bicicleta… por un vídeogame, por un DVD." Su hermano más
viejo, debruçandose sobre la cama, preguntó: "¿Por qué usted
está gritando en sus oraciones? Dios no es sordo." El hermano
menor contestó: "Dios no, pero nuestra abuela sí." Las oraciones públicas
pueden ser muy manipuladoras. ¿Estamos orando para
humanos o para nuestro Padre celestial?
¿En quien estamos poniendo la confianza en los asuntos relacionados
a nuestra vida espiritual y material? ¿Donde estamos hincando los
bases de nuestra fe? ¿Creemos en Dios o en hombres? ¿Cuando
oramos, o cantamos un himno, o participamos de algún evento
importante en la iglesia, fazemolo para impresionar a hombres
o como gratitud a las bendiciones recibidas de nuestro Señor Jesus
Cristo?
Muchas veces nos empeñamos en determinadas funciones en la obra
maravillosa de Dios simplemente para alcanzar alabanzas de los
que están alrededor. Queremos mostrar que lo que hacemos es bien
mejor de lo que qué los demás hacen. Apresentamonos delante
de todos como la esperar aplausos, y cuando éstos no vienen,
nos ponemos contrariados, cerramos el semblante y hasta amenazamos
no hacer más nada. Estamos cultuando a nosotros mismos y no al
Señor.
Cuando nuestras vidas están realmente colocadas en el centro de la
voluntad de Dios, nuestras oraciones son secretas, nuestro trabajo
es hecho con sinceridad y sin la expectativa de ser
reconocido, nuestro amor es verdadero y qué más nos
importa es el regocijo que sentimos en el alma por poder hacer un
pouquinho apenas para un Dios que tanto hace por nosotros. Hacemos
para Él y nuestra confianza está fundamentada apenas en él.
Si los demás no nos aplauden, si no perciben nuestra
determinación, si no nos ofrecen cargos de liderazgo, nada
de eso tiene importancia. Nuestro propósito es exclusivamente
alabar y glorificar a nuestro Salvador.

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Use su boca para bendecir, y sus dedos para edificar. Recuerda que Dios siempre esta mirando todo aquello que hacemos. sembremos bien para que ceguemos mejor.